Lo cierto es que mi vida fue virando, he vivido en distintos lugares, hoy, entiendo que sin alejarse (ni mucho menos) del mundo citadino, puede uno vivir aislado en algún lugar donde los colores y los olores decanten su estado natural; su pureza. Una mezcla de tecnología con libertad y aire puro es el escenario en el que vivo. Me levanto en la mañana como si lo hiciera en Solé Noir, un lugar imaginario (que no tanto) donde la vista se pierde no ya en el horizonte marítimo como fuera en una época, sino en la ladera de una montaña que me anuncia un estado etéreo y virginal.
La Selva, una comarca donde los tonos verdes se mezclan con arrullos de río, imanan una similitud con aquel río de Vasudeva donde no existe el tiempo: todo es presente, se desconoce las sombras del pasado y del futuro.
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