LA VIDA EN SUEÑO

LA VIDA EN SUEÑO
BLOG DEDICADO A LOS QUE VEN LA VIDA COMO UN SUEÑO

sábado, 1 de marzo de 2008

Retrato Autobiográfico



Cuando me preguntan:
- De donde eres?
Nombro el lugar donde resido, en este caso actualmente soy de Menorca, cosa que sin duda puede cambiar (cambiará) posiblemente. Quizá porque en realidad no soy de ninguna parte o quizá por que entiendo pertenecer realmente al lugar mismo donde tengo una vida en ese momento, una de mis vidas.

Claro que no puedo soslayar mi pertenenecia de alguna manera a mis orígenes, como todos, tengo raíces y mi estilo está sobradamente influido de aquello que fui en mi infancia y juventud.

Nací en Buenos Aires. América es hetereogenea aunque se la pinte toda igual desde este lado de occidente. Todos los países del continente americano se destacan por su colorido, por su movimiento corporal, por una especie de locura festiva, por aquella mujer representada por una canasta florida sobre su cabeza. No es el caso de Argentina, en el Río de la Plata, se pierde el color, se es más gris, con menos colorido. Lo propio del lugar es la obsesión, hay una creencia que los problemas se arreglan en el bar de la esquina. La literatura es una literatura psicologista, hay como dije una obsesión, y quizá el intelecto supere a la acción misma.

La sociedad de mis orígenes brinda una motivación central para la escritura: La melancolía. En ciertas sociedades es algo implícito, es una tristeza llena de vitalidad y energía, algo vivo. A través de la melancolía se logra poseer y trasvasar esa realidad representada, todo eso se convierte en arte, el arte de la escritura, de la comunicación.

No puedo negar mi correspondencia con Roberto Arlt, con Cortazar, Borges, Marechal y hasta con el mismo Horacio Quiroga, casi un ermitaño que vivía en mitad de una selva y que fue el precursor del cuento en argentina con sus: “Cuentos de la selva.”


Hijo de un empresario industrial, profesión esta que a su vez había sido heredada de su padre, un inmigrante italiano del 1900, me movía en un país que crecía voluminosamente a un ritmo diferenciado respecto a otras sociedades, aún las más lejanas, las de otros continentes. Claro que en Argentina todo es y no es, hoy es la euforia y mañana la depresión, quizá esto sea una parte de esa melancolía, de ese tango, de esa inmigración que iba a América para “hacer la América” y volver, pero luego de fabricar una vida, ya no podía, no se podía volver. Así lo pintó en muchas de sus letras Enrique Santos Discépolo (Discepolín). Y quizá, con un sentido filosófico, estas apariencias discontínuas tengan que ver con algo significante literariamente. En Argentina casi no existen novelistas, es el cuento el verdadero artífice, el género más acabado, los cuentistas son los más destacados, los novelistas poco abundan o se los desconocen, allí tenemos a Juan Filloy, un caso testigo, con once novelas publicadas y para muchos, un desconocido.
Existe una paradoja, la constancia en la historia de la vida de la sociedad argentina, es la inconstancia, si observamos esa falta de continuidad en todo el estamento, político, religioso, social, podemos ver por ejemplo, la cantidad de golpes militares en la corta historia del país, casi ningún presidente terminaba su mandato legal.

Cuando me refiero a lo literario en comparación con lo expuesto y hago precisión en un factor intrínseco del ser argentino, comparo la falta de continuidad asimilada a la novela. El cuento sería, lo es supongo, más apropiado, es una estructura cerrada que comienza y termina, luego podemos comenzar con otro, distinto, otra cosa nueva, otra locura, otro golpe de estado a nuestros pensamientos.

El año de mi nacimiento (1951) se había iniciado el declive de un gobierno (el peronista) que hizo mucho por el crecimiento social. Gobernó por momentos en forma equilibrada y brillante, pero como contraste y para no ser menos argentino de lo que simbolizaba serlo, fue un ejemplo de todo lo contrario, gobernó mal, se excedió en muchas cosas y vio enemigos donde no los había, solo había personas de distintos pensamientos a los instalados. Hoy es común la convivencia, en otros tiempos, en los míos, no lo era.

Mis estudios comenzaron en un colegio inglés, allí hice la primaria, en una escuela medio pupilo. Intenté comenzar mis estudios secundarios (influenciado por mi amigo Maurice) en un instituto industrial especializado en química, pero duró poco la influencia, la realidad fue contundente y luego de algunos desaciertos pasé a un bachillerato menos complicado, menos empírico, más humanista. Todo terminó con el intento de ingresar a la universidad para estudiar derecho. Hice el curso de ingreso en la UCA (Universidad Católica Argentina) me examiné, terminando como uno de los puntajes más altos: 8,75/10, nunca más pisé una universidad, solo llegué hasta el ingreso, mi primer escalón fue eso, el primero y el último.

Trabajé como empleado vendiendo libros, zapatos y otros menesteres, algunos necesarios, otros no tanto. Años más tarde me desempeñé en una asociación mutual privada que tenía que ver con la salud, hasta que comencé a hacerlo en la industria de mi padre por largo tiempo. Luego intenté desarrollar otra actividad aledaña a la industrial, pero por razones obvias de cambios en los manejos políticos, ser industrial comenzó a ser como la revolución: “Un sueño eterno”. Decidí que mi lugar no era más Buenos Aires, que me agobiaban los ruidos y la gente y me fui acercando al océano atlántico. Mi profesión era para ese entonces, asesor inmobiliario, abracé esto con pasión, me matriculé, asistí a cursos, congresos, jornadas especializadas mientras hacía lo mismo en mis ratos de ocio con la literatura, concurría a talleres literarios, investigaba, escribía, leía como un loco. En Mar Del Plata, era director de una agencia inmobiliaria, lo fui por mucho tiempo, hasta que llegaron épocas de cambio. Los cambios también removían lo sentimental. Soy divorciado de un matrimonio fallido de corta duración, me había casado jóven con una madrileña en Buenos Aires, tuvo poca importancia en mi vida pero sirvió para darme la titulación:”divorciado”. Luego ya en otro tiempo conocí a la madre de mis dos hermosas hijas de la que estoy actualmente separado.


Cuando todo comenzó a dejar de ser lo que era, vamos, a producirse otro cambio en el país, el contraste me llevó a pensar en unas palabras de mi padre que me había invitado en un momento especial (de cambio por supuesto) a morir (vivir) en Europa, invitación a la que hube declinado con una vital convicción. Convicción que cambió radicalmente (para no ser menos con mi identidad) y que me llevó directamente a una agencia de viajes, invirtiendo la polaridad con mis abuelos (paternos y maternos) yo venía a: “Hacer la Europa”.
En esos momentos recordé que mis abuelos maternos eran gallegos, gallegos de Galicia (vale decirlo porque en Argentina se dice que todos los españoles son gallegos, cuando obviamente es lo inverso)
Me instalé en una isla de difícil integración, donde resido actualmente, en otro mar, bello mar Mediterráneo, en otro mundo más pasivo, donde los Aires a veces no son tan Buenos por culpa de la Tramontana.

Aquí estoy frente a una cala, en un lugar llamado Binibeca, donde resalta el verde azulado del mar y las casas uniformemente blancas. Aquí esperando por otra vida, por el cambio.







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