Abordar en las conversaciones temas de alguna profundidad, quizá nos haga sentir que la vida tiene algunas veces algún sentido menos banal que la de ir al Corte Inglés en procura de un jersey con un animalito con la boca abierta y la cola recogida. No es que yo no sea de esos, soy parte de este mundo y en muchas oportunidades me acerco a la tienda y lo hago gustosamente. Claro que también insisto en pensar en otras cosas, así como los ascetas en alguna medida en su ejercicio buscaban el más alto grado de espiritualidad, también me es dado buscar lo trascendente, eso que nunca se alcanza, pero que basta con intentar aproximarse.
Muchas veces he pensado, he sentido que la voluntad es como algo superior que se eleva por sobre la inteligencia, esto es, inteligencia sin voluntad, una catarsis, algo así como una inacción, sin embargo lo contrario, se supone accional, el verbo después de todo, es la acción misma, es donde prolifera la vida. Y la voluntad es la propulsora de lo que ocurre a lo largo de esta estancia a veces plagada de injusticias.
La voluntad también aplicada a la contención, lleva a la abstención de algunas acciones en pro del intento de una especie de pseudo sufrimiento (casi ascético) digamos por el caso no ir a comprarse el jersey o mejor aún, alejarse de algún placer carnal a la mano que podría habernos satisfecho y que procedemos al flagelo por medio de la negación, sustentados en la voluntad misma. Algo así como el monge que se ata con una cadena de diez metros para no sentirse tentado al placer mundano, claro que el objeto, la cadena, resulta ser mucho más fácil que estar a expensas de la voluntad y estar atado a la cadena imaginaria de la contención.
Pienso: no quiero dejar de ir a por el jersey, concederme el placer, no atarme a ninguna cadena. Pienso, creo que cada momento tiene su contracara, cada placer lleva impreso una contrapartida en el dolor, hay siempre un momento para reir, lo habrá para llorar.
Estas dos caras muchas veces inesperadas, dan pretexto a mi voluntad, aquella accional, la que incita a salir de los estados inanimados y me ayuda muchas veces a entender que vivir alberga todo esto y que sin esperar por el dolor, dedico mi tiempo a la aventura del placer.
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