A veces me veo silencioso, algo solitario, ensimismado en largas horas de mutismo.
Una terrible toma de consciencia en mi infancia fue la sospecha de que llegaría el momento de dejar de jugar. Decidí, como alguien dijo alguna vez, seguir jugando en secreto.
El mundo, este mundo que habitamos nos intima a consumir, a expandir ilimitadamente nuestras ansias de posesión, a ser “adultos”.
Nos vemos obligados a dejar de jugar, llegada la hora debemos abandonar los juegos, ser serios.
Sin embargo, para los que nos negamos a ello, se trata de seguir en secreto con el juego, en profesar la virtud de continuar, de continuar con esa vida lúdica que abastece nuestros actos, implicados en esa heroicidad de pertenecer a unos pocos, generando esa locura de ser diferentes. No quiero crecer en el peor de los sentidos que algunos llaman madurez, quiero jugar a que el amor es mas importante que la prosperidad personal, a disfrutar con una melodía, a creer que el dibujo del mantel de la cena es más bello que el color de aquel descolorido billete.
El juego no por serlo es algo de niños, o implica falta de seriedad, justamente la seriedad en este caso reside en hacerlo seriamente, ya que jugar es para personas serias.
Una terrible toma de consciencia en mi infancia fue la sospecha de que llegaría el momento de dejar de jugar. Decidí, como alguien dijo alguna vez, seguir jugando en secreto.
El mundo, este mundo que habitamos nos intima a consumir, a expandir ilimitadamente nuestras ansias de posesión, a ser “adultos”.
Nos vemos obligados a dejar de jugar, llegada la hora debemos abandonar los juegos, ser serios.
Sin embargo, para los que nos negamos a ello, se trata de seguir en secreto con el juego, en profesar la virtud de continuar, de continuar con esa vida lúdica que abastece nuestros actos, implicados en esa heroicidad de pertenecer a unos pocos, generando esa locura de ser diferentes. No quiero crecer en el peor de los sentidos que algunos llaman madurez, quiero jugar a que el amor es mas importante que la prosperidad personal, a disfrutar con una melodía, a creer que el dibujo del mantel de la cena es más bello que el color de aquel descolorido billete.
El juego no por serlo es algo de niños, o implica falta de seriedad, justamente la seriedad en este caso reside en hacerlo seriamente, ya que jugar es para personas serias.
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